
Arde el incienso
Vislumbré la muerte en el cielo.
Así lo sentí, y no, no lo exagero.
Entrelazadas cadenas de ángeles
se alzaban a la cima del aura
mas limpia y pura del firmamento.
Cumbres albas
sobre valles sin dueño,
adormecen el día
precipitándose al tiempo.
Caída la noche cual verso,
veo, veo y observo
la cara y cruz de la naturaleza
loca, loca y hermosa.
Nací por ver la luz,
vivo por encontrar la gloria.
Busco reflejos de Dios
y rehúyo de la parodia.
Cuanto manifiesto con mi corazón,
mañana será requiebro
arrojado en otras almas.
Si me expelen a la nada
también habrá futuro
que otro pórtico me abra.
La hostilidad desagua mis ojos
pero ni la muerte me veta pronunciarla.
Pues todos nacemos inocentes
mas algunos fallecen canallas.
Amo a mis hermanos.
Amo a la justicia noble y elevada.
Y si la justicia no ampara mi amor
me siento muerta y apartada.
La pujanza hacia la impostura
revela lo pérfido,
cual morada sin techo
que cala de moho el talento.
Nací para vivir en la salvación
y no morir en el destierro.
Por ello,
arde incienso en el cielo,
clamando los ángeles con ira:
reviste tus oídos y cúrate las heridas.
Cristina García Barreto
Madrid 12 de febrero de 2009
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