miércoles, 14 de octubre de 2009


Flaviana Darks


Flaviana Darks, escritora, acudió como todos los viernes a la tertulia de las siete. Había oído hablar de ese prócer de las letras, Jan Smith, y no era delito suyo si el prócer no había oído hablar de ella. Porque él, en sus limitados espacios libres, había encontrado por azar las letras de Virginia. Flaviana Darks poseía una belleza felina. Virginia poseía un don que se reflejaba en su rostro y resultaba más agraciada. Era una tertulia concurrida donde todos deseaban desempaquetar sus mejores palabras.
A Jan Smith le presentaron con los mejores honores, labor de los responsables de la tertulia literaria. Él apenas dijo nada, tan solo una reflexión en tanto observaba con gesto torvo a los participantes de aquella tertulia. Comportamientos, palabras y apareamiento literario en todos los subconjuntos que conformaban los más y menos aforados del café. Uno a uno, conforme su turno, desenvolvía su poema. Llegado el momento de Flaviana Darks, ésta hizo uso de auto halago hablando de sus premios literarios, la desmesurada venta de sus libros ¡que ya iban por la quinta edición!, etc. Y, posteriormente, recitó su poema proyectando sus ojos y palabras hacia Jan Smith. Todos contestaron: ¡Espléndido! Jan Smih, permaneció en absoluto silencio. Había transcurrido más de hora y media. A las ocho y cuarenta y cinco le llegaba el turno a Virginia, ella que sí conocía a Jan Smith, pues éste le había dejado comentarios en su espacio literario en internet, actuó con total humildad y no se quiso dar por aludida, temía levantar susceptibilidades. Virginia, siempre fue así de discreta. Como decía, le llego el turno de recitar, los presentes, de la forma menos adecuada, y dado que ya habían recitado estaban de cháchara impidiendo que la voz de Virginia fuese escuchada. Jan Smith se acercó a ella y le pidió que recitase solo para él. Ella, ante el gesto tan amistoso de Jan, se sonrojó y le entregó el poema, temía trastabillar si le hablaba, era muy tímida y además Jan le gustaba y le admiraba febrilmente. Flaviana colocada en la parte delantera de los asientos, no perdió una sola secuencia del gesto de Jan hacia Virginia. De tal manera que quiso tener otra muestra de delicadeza con ella. Le invitó a un té.Virginia, por compromiso, -pues debía marchar a su casa donde había dejado su mayor responsabilidad- aceptó. Flaviana llevaba una especie de birreta roja como un fez, destacaba sobre todas. Y, lo más importante para ella, se hizo hueco al lado de Jan dejando a su rival al lado opuesto. De pronto, Flaviana se levanta apresuradamente a por el azucarero, se lo ofrece a Virginia, quién, tras endulzar el té, se lo toma casi al mismo tiempo que se despide. Debía irse ¡ya eran las diez! y empezaba a sentirse mareada, con náuseas.
Jan Smith, siguió enviando comentarios a Virginia, pero ésta no le respondía. Así pues, un día se acercó al café y preguntó por ella. Nadie quería hablar del tema. El silencio le llevó a Flaviana y ésta le comentó que solo sabía que Virginia había fallecido.
Ahora, Flaviana reinaba en el café gracias a su azúcar envenenado de envidia.
Pero jamás reinó en el corazón de Jan Smith, que nunca dejó de llorar a Virginia.

Madrid 14 de octubre de 2009
cristina garcía barreto.

4 comentarios:

Antonio dijo...

Querida amiga 50, se me ha quedado el corazón encogido...
Un abrazo con azucar, pero del bueno...

Cris Gª. Barreto dijo...

Querido Antonio:

Aquí tu amiga 50 como las bodas de oro. ¡Cómo me alegra verte!
Y, por supuesto, agradecerte enormemente tu comentario.

Gracias por endulzarme con cariño, que la envidia mata.

Besos,
Cris.

Anónimo dijo...

Pobrecita Virginia...y esa Flaviana Dark, qué mala ¿no? . La verdad, Cristina, que desasosiego me va a entrar cada vez que me tome un té aquí en Escocia, que no se toma tanto como en otras partes de Gran Bretaña pero algo si. Y Virginia, tan mona y tan recatada ¿qué le había hecho a la malvada Flaviana?. Mi, desde Edimburgo, no comprender. Un beso

Oscar

Cris Gª. Barreto dijo...

Hola Óscar,

verás esto es como el cuento al revés, a lo mejor, Virginia era el lobo y Flaviana caperucita roja (por eso llevaba ese lindo gorrito rojo)

Gracias por tu comment.
Besos,
Cris.