jueves, 24 de noviembre de 2011

El ágape de la marquesa de Montespino

William Crook era una reproducción exacta de Sir J. James: un leal servidor de la justicia y un sabueso resolviendo crímenes. Siempre dije que tenía cara de pan, sabéis a qué me refiero: mejillas rollizas, nariz inflamada, bigote con puntas redondeadas, frente despejada como una sabana y, en su rostro esférico, como punto a resaltar, un ridículo monóculo con la lente garabateada de huellas y otras diminutas partículas repulsivas.

Lo cierto es que sentía una fuerte aversión hacia él. Era el primer invitado que acudió a la cena que se celebraba en mi casa. Se me hacía insoportable permanecer a solas con él en la estancia. Encendí todas las velas blancas de mis candelabros, eran del modelo Fernando VII. Lo hice como aquel que advierte un aire endemoniado en el ambiente y necesita purificarlo. Siempre me he considerado buena anfitriona y muy detallista; además, para qué negarlo, me gusta lucir mis joyas, vajillas, cubiertos y que todos alaben mi decantación por los manjares más sibaritas. Sí, mis ágapes siempre han sido un éxito. La cena estaba prevista para las ocho de la tarde, pero Sir William se presentó a las siete menos quince minutos.

Llegué a aborrecer el pan redondo, su imagen. No sé, tal vez algún panadero se resintió con estos panes y les echó una maldición y su madre, en un antojo, decidió comérselos todos.

Estaba claro que mi animadversión hacia este invitado se acentuaba por segundos. Siempre ha existido este tipo de animosidad cuando vemos por primera vez a una persona, aunque realmente era la segunda vez que le veía. No sé el por qué. Solo sé que se produce y que también, por el contrario, podemos sentir simpatía. Ya sabéis que no es este el caso. Tampoco sabía si podría sonreír cuando llegasen el resto de los invitados, si es que hasta aparecer Sir William, mi estado era de real optimismo. ¡Ah! Pero él permanecía muy risueño, todo le parecía encantador: la casa, los jardines, la decoración, mi escote y hasta los diez dóberman que custodiaban mis bienes. ¿Por qué tenía que ser tan dichoso un aguafiestas? Tras un mutismo de apenas dos minutos -eternos en mi percepción temporal-, me decidí a preguntarle si deseaba tomar un aperitivo. Entonces dio rienda suelta a su risa estentórea. ¡Oh Dios, cómo le odiaba! Esos desenfrenados vocablos, ¡si, madame! ¡gracias, madame! ¡un placer, madame!, retumbaban como pesadillas para mis oídos en un furor casi agotado. Toqué la campanilla de aviso para que se presentase mi mayordomo, le dije: tenga a bien servir a nuestro invitado una copa de Châteaou Petrus, yo tomaré otra. Este contestó: a su servicio señora; permítame anunciarle que el padre Adams acaba de llegar. Le respondí de inmediato: haga usted pasar a su eminencia y sirva otra copa para él, encárguese de guardar la vajilla de bohemia, hoy es propicio servir la cena en la de plata.

El padre Adams mantenía una estrecha amistad conmigo, él era mi amante, mi confesor y cómplice. De haber tardado más en presentarse me habría clavado las uñas en el envés de las manos. Una vez entró al salón se me desparramó el vino, estaba francamente nerviosa. Me besó como a una feligresa, siempre supimos mantener nuestro secreto, también me obsequió con un ramo de flores de diversos colores, eso es símbolo de buena suerte.

Al poco llegaron todos: Sir Thomas con su esposa bulímica, Sir Propsma, Sir Flambeau y el mismísimo Sir J. James.

En breves instantes se inició la velada. Esta consistía en una cena muy especial. De entrantes: Polenta al más puro estilo italiano, Seliodka vaina shuboy delicatessen de Rusia, exquisitos quesos griegos: feta, kefalotyri, kasseri y mizithra además de un gran surtido de canapés, especialmente de carne. Como plato estrella una exquisitez turca muy apreciada: Adana Kebap. Todo esto regado por un Sauvignon St. Elena. ¿Os preguntaréis por el marisco o el pescado? Los ingredientes de la cena tan solo debían ser de carne, los quesos y algunos de los canapés cumplían la función de disimular.

Los comensales quedaron absolutamente extasiados, no sé si por gula o por la encomiable elaboración de los alimentos. Mientras comían nadie pronunció palabra. Los postres consistían en melocotones con carne picada, toda una novedad. Ya os lo dije, siempre he sido la mejor anfitriona de mis fiestas. Al fin llegó el café y, cómo no, licor de Amarula.

Los perros permanecían en silencio, también ellos fueron premiados con un gran manjar.

Tras la copiosa cena llegó el momento de poner en práctica el entretenimiento más divertido para Sir James. Consistía en narrar alguna historia criminal y, entre todos descubrir o, al menos intentarlo, al culpable. De nuevo irrumpió Sir William con su estridente risa y exclamó: ¡Oh, esta es la parte más cautivadora de la velada! ¿No opina usted lo mismo madame? Le respondí: Por supuesto Sir William, siempre es un alimento mental agudizar el ingenio. Me dirigí a todos y les pregunté: ¿os complace dama y caballeros participar en el juego de Sir James? La mayoría exclamó casi al unísono: Por supuesto que sí, así también nosotros podremos agudizar nuestro ingenio…Sir Propsma parecía contrariado, miraba constantemente su reloj sin dejar pasar un minuto y murmuraba palabras ininteligibles.

Pasamos todos al salón, nos fuimos acomodando. Como ya era de costumbre, Sir James procedió a preparar su tabaco para disponerse a fumar en pipa. Él siempre permanecía lo más cercano posible a la chimenea. Era un ser reservado. Jamás acudía con su esposa a ninguna fiesta. Pronto nos sirvieron el té y unos suculentos pastelitos que había elaborado personalmente.

La risa de Sir William seguía repitiéndose con demasiada frecuencia, su parecido con el pan redondo se acrecentaba por segundos. El padre Adams, que me conocía desde la pila bautismal, se percató de la irritación que me producía aquella maldita risa.
Pues no veo la gracia. Le contesté con aspereza sintiendo que la cara se me secaba por momentos.
Me miró algo aturdido, y luego empezaron a crecerle las mejillas cada vez más sonrojadas.

De nuevo empezó a reír:
¡Ja, ja!... ¡Esto sí que es bueno!... ¡Que no le ve la gracia madame!... ¡Ja, ja, ja!... ¡Que no se la ve! ¿Pero no estaba su marido en las Indias, en ese lugar tan lejano?
Después de una breve espera, llegó el momento de poner en práctica mi maquinación.
Antes de pronunciar palabra, la señora de Sir Thomas, por primera vez habló: mi querida madame esposa del marqués de Montespino ¿acaso vos no sabéis que vuestro amado fue visto por estos lares hace apenas tres días, cómo pues puede estar en las Indias? ¡Oh, Santo cielo sufro mareos creo que me voy a desmayar!
Sir Thomas, rápidamente abrió la puerta del salón y se dispuso a llevar al jardín a su esposa a fin de que oxigenara su cuerpo.
Sir James permanecía expectante inhalando el humo de su pipa sin pronunciar palabra.

De forma imprevista uno de mis obedientes dóberman irrumpió en el salón. Apretado a su mandíbula portaba un hueso bien considerable de tamaño. Esta vez, Sir William no esbozó sonrisa alguna.
Actué con la mayor celeridad posible, acaricié al endiablado perro en tanto le sacaba al jardín. Me resultó imposible arrancarle el hueso. Tras el percance me mostré tranquila, pedí disculpas por el lamentable suceso, culpé al servicio.

Sir Propsma era un apuesto y adinerado caballero proveniente de Holanda. Se acercó a mí y me pidió conversar a solas. Lo cual aprobé de inmediato. Salimos al jardín. Por su frente caía una ligera llovizna salina, sus manos padecían movimientos sísmicos y el habla, sobre todo, el habla, parecía emitir palabras al revés. Al verle en tal estado fui a por tila. Me mostró su agradecimiento pero tenía dificultades para sostener la taza, se la sujeté, y sorbió hasta la última gota. Tras un breve interludio, me dijo: madame, vos sabéis que os tengo en gran estima, más que eso, me atraéis no imagináis hasta donde pero aquí están sucediendo cosas muy extrañas. Me dije: pon en práctica tu maquinaria, verás que puedes. Posteriormente, le respondí: Agradezco Sir Propsma sus palabras son todo un honor para mí máxime proviniendo de vos. Él insistió: Es mío el honor madame, pero como ya le he comentado, percibo algo misterioso esta noche. Debo manifestar que el hueso que mordía su perro era un fémur y juraría que humano. No olvide usted que además de negociante soy médico. Entonces fingí un repentino desvanecimiento.

Sir Propsma entró al salón. Dio parte de mi indisposición. Todos, a excepción de Sir James, me acompañaron a mis aposentos, incluida la señora de Sir Thomas que había mejorado considerablemente. El padre Adams ventilaba mi rostro con un flabelo egipcio en tanto sujetaba apretadamente mi mano izquierda; mi leal mayordomo me preparó un licor de hierbas, aduciendo que padecía de presión arterial sistólica. Lo cierto es que él sabía que debía tomar un trago contundente de alcohol. Ya me estaba cansando de mi simulacro. Sir Flambeau, que era el ser más insípido del universo, además de padecer una intolerable halitosis, me gritó al oído: madame, ¿mejora usted? Mi plan consistía en hacer que me recuperaba gradualmente. Desperté mostrando cierta confusión, abrí los ojos lentamente y miré como aquel que no recuerda nada, al mismo tiempo, manifesté rostro de sorpresa al verme encamada y circundada por mis invitados. Con un leve tono de voz, pregunté: ¿Qué ha ocurrido, por qué estoy en cama? Sir Propsma respondió: ¿No recuerda que ha sufrido en achaque? Estábamos muy preocupados por su salud. Celebro que haya vuelto en sí. El padre Adams añadió: La marquesa de Montespino es una dama extremadamente delicada y no puede recibir disgusto alguno, espero Sir Propsma que su diálogo con ella en el jardín no haya propiciado esta situación. Sir Propsma se mostró prudente.

Irrumpe el mayordomo nuevamente en mis aposentos y anuncia: Sir James me ordena comentaros que os espera en el salón con el ruego de que todos acudáis para dar comienzo al pasatiempo pendiente. Atendimos este requerimiento y ya, sin más dilación, acudimos junto a Sir James.
Al vernos exclamó: ¡Por fin damas y caballeros os halláis visibles, ya empezaba a aburrirme! Sir William, volvió a sonreír de esa forma retumbante que tanto aborrecía. A continuación le consultó a Sir James: Estimado James ¿Cual es la historia que ha decidido exponer esta noche? Sir James encendió nuevamente su pipa, y al tiempo que exhalaba humo por su boca, respondió: La historia de esta noche ya ha dado comienzo Sir William.
Todos le miramos con asombro. Sir Thomas exclamó: ¿Que ha dado comienzo, cuándo…?

Sir James, con ese aire carismático que le caracteriza, empezó a hablar: Al igual que la Sra. de Sir Thomas yo también he visto al marqués de Montespino, así pues no está en las Indias, eso es obvio. Por otro lado, ¿alguien ha escuchado algún ladrido de esos feroces dóberman? ¿Qué me decís del hueso que portaba el perro que irrumpió en palacio? Yo aseguraría que era un fémur. ¿Cuál es su apreciación Sir Propsma? A vos madame la he visto muy nerviosa mientras charlaba en el jardín con Sir Propsma. ¿Tal vez por eso sufrió esa repentina indisposición? Por otro lado, ¿es cierta la rumorología de que mantiene usted una estrecha relación con el padre Adams? Muchos comentan que sois amantes. Es posible que su esposo fuese un impedimento en su vida. Y también es más que probable que decidiese deshacerse de él. Corríjame si me equivoco madame. Sir Williams comentó: En efecto Sir James, yo también me he percatado de todos los detalles que usted asevera en sus observaciones, es más, me ratifico con sus palabras. Añade Sir James: ¿Y vos Sir Propsma nada tiene que decir respecto al hueso? Sir Propsma responde: No cabe la menor duda de que se trataba de un fémur. Sir James insiste: Sí, claro ¿pero humano? Sir Propsma con voz temblorosa dijo: Sí, humano.

Tras una impaciente y desasosegada espera, replico algo exaltada: ¡Sir James no le permito este tipo de acusaciones ante mis invitados y aún menos en mi casa! Le ruego de inmediato tome a bien marchar. De nuevo irrumpe Sir William: ¡Ja, ja!... ¡Esto sí que es aún mejor!... ¡Qué genio repentino el suyo madame!... ¡Ja, ja, ja!... ¡Se siente acusada! Pero su marido no está en las Indias…Díganos qué ha hecho con el pobre desdichado. Sir Flambeau interviene: ¿Es probable que nos lo hayamos comido? Toda la cena –a excepción de los quesos- incluido el postre, estaba elaborada con carne y puede que los desperdicios del cuerpo mantuvieran a los perros en silencio. También de ahí que apareciese ese fémur humano.
El padre Adams se apresuró a socorrerme: ¿Cómo osáis acusar de asesinato a la marquesa de Montespino?

Lo cierto es que todos quedaron impactados ante la alegación de Sir Flambeau. Apenas pasados unos segundos, ante la terrible sugestión que padecían empezaron a vomitar la cena. La mayoría exclamaron: ¡Claro por eso la carne se elaboró con tantas especias¡ ¡Dios nos hemos comido al marqués! ¡Debemos denunciar este crimen! ¡Sir James llame usted de inmediato a la policía! ¡La marquesa no debe quedar impune! ¡Asesina, asesina…!

En aquel momento vi como la cara de Sir Wiliam se alargaba, lentamente experimentó la metamorfosis de pasar de pan redondo a una baguete. Regurgitó su estúpida sonrisa, además de la cena. Por mucho que me incriminasen, no sé si podría perdonarle su crimen, el de existir. Siempre me resultó un ser abominable. Mi desgracia aumentaba la felicidad de la mayoría de los presentes. Habían resuelto el crimen casi perfecto. Eso les ensanchaba el ego.

Encendí un cigarrillo, realmente habría prendido fuego sobre las barbas y bigotes de algunos. Me mostré templada. Incluso un aire alegre acariciaba mi rostro en tanto la policía estaba al llegar.

Y así fue. Una vez se presentaron los agentes, los invitados –a excepción del padre Adams- verbalmente me denunciaron.

Un agente comentó: Madame, no ha existido jamás una mujer semejante a usted. ¡Qué atrocidad, cómo lamento que su bella cabeza sea guillotinada! Una dama con su fortuna…

En ningún momento permití que mi cara mostrase expresión de pena, por poca, por ligera que ésta hubiera sido; no, no deseaba conceder tal gusto a mis acusadores.

Antes de ser esposada se presentó el marqués de Montespino. Acudió a abrazarme y me pregunto: ¿Qué tal la velada amada esposa? Todos quedaron boquiabiertos. Sir James manifestó: ¿Qué es esto, acaso habéis jugado con nosotros? ¿Y el fémur? ¿Y la carne? El padre Adams intervino: El fémur fue encontrado en una excavación próxima a mi parroquia Sir James, esta misma noche me dispondré a colocarlo en su lugar de origen, pues mañana vendrá un equipo de paleontólogos para examinarlo. El marqués de Montespino interviene: ¿La carne? La traje hace tres días de las Indias. ¿Acaso no era de vuestro agrado?

Los agentes se sintieron indignados y tras pedirme disculpas por doquier me preguntaron: ¿Madame desea usted que encarcelemos a estas deplorables personas por las graves vejaciones y acusaciones que han vertido contra vos? Respondí: No, claro que no, son mis invitados, tan solo jugábamos a un acertijo y han perdido. Eso es todo.

De lejos, más allá del jardín diría que a la altura de la cancela escuchaba la voz de Sir Wiliam…¡Ja, ja!... ¡Esto sí que ha sido extraordinario!... ¡Genial madame! ...¡Ja, ja, ja!... ¡Nos ha ganado a todos, incluso al mismísimo Sir James! ...¡Ja, ja, ja!...

Como os dije todos mis ágapes siempre son un éxito.



Madrid, 24 de Noviembre de 2011
Cristina García Barreto



21 comentarios:

Cris Gª. Barreto dijo...

Mis queridos amigos:

En esta ocasión por considerarlo apropiado en relación al relato que os dedico, le cedo la palabra a Sherlock Holmes: “Mientras cada individuo puede ser un enigma insoluble, un conjunto de ellos se comporta con exactitud matemática”.

Recibid toda mi estima y agradecimiento.

Cris.

tecla dijo...

Te felicito de todo corazón por tus libros, Cristina.
Me alegro mucho.

MarianGardi dijo...

Mi querida Cris, genial!! Te felicito por este acierto de relato.
Una maravillosa cena de aristócratas.
He sonreído desde el primero hasta el ultimo párrafo jejeje
Me gusta tu estilo al narrar, se denota la cultura que posees, la gracia y la sutileza de tu personalidad.
Es original, mira que pasearse el perro con el dichoso fémur para poner en evidencia a la madame.
He gozado con tu relato y he tomado una ducha de estupenda literatura, que buena falta nos hace por estas lindes de los blogs.
Un cálido y dulce abrazo mi querida amiga

La Solateras dijo...

No te conocía en esta faceta de prosista, pero veo que para ti tampoco tiene secretos.

Enhorabuena.

Mila Aumente dijo...

Interesante relato, querida Cris.

He disfrutado mucho leyéndolo.

Ser la amante de tu confesor debe tener un morbo increible, jajaja.

Un besito.

Anónimo dijo...

Querida Cris:

Me he quedado verdaderamente sorprendida. Conforme iba leyendo tu relato, encontraba tal cantidad de detalles, que creía ver una película. Lo has hecho tan gráfico que resultaba visible. Al avanzar en la lectura, me has hecho ir de sobresalto en sobresalto, hasta el inesperado desenlace final.

Felicidades por el dominio que posees del lenguaje, por la riqueza de vocabulario, y por tu imaginación.

Mil besos de Mª Jesús

Cris Gª. Barreto dijo...

Mis queridísimos amigos, bueno de momento amigas:

Hoy, tras dos días encerrada en casa tomando muestras que llevé esta mañana al hospital RyC, al encontrarme con vuestros comentarios, se me han saltado las lágrimas. Me habéis hecho muy feliz. Lo más importante para mí es transmitir y si eso he logrado no imagináis en qué medida me estáis curando.

Os contestaré personalmente, dadme un pelín de tiempo.
Recibid toda mi estima y agradecimiento.
Vuestra amiga que os quiere y mucho,
Cris.

Anónimo dijo...

Caray, Cris:

Casi llego tarde al ágape.
Destacaría muchas cosas de este encomiable relato. Por jemplo: la excelente narración, la intriga, la inteligencia de llevarnos a todos por caminos confusos hasta que se resulve la trama, tu enorme imaginación, tu sentido del humor, la tremenda riqueza de vocabulario, la fulidez de los diálogos, el hacer que realmente parezca una película por las imágines y, sobre todo tu enorme genialidad.

No hay género que se te resista. Eres una escritora nata y no digo más porque sé de sobra que no te gusta que te alabe.

Enhorabuena de corazón.

Respecto al comentario que has dejado, estamos en contacto, para mi tú eres lo más importante.

Recibe todos los aplausos que te puedo dar.

Javier.

Anónimo dijo...

Querida Cris: por los apetitosos platos culinarios que nos presentas en la narrativa, uno habría
deseado participar en la movida de tu noche de marquesa, desde aquel sensitivo atardecer hasta el lujurioso
amanecer, con pájaros, flores y sugerentes sonrisas. Por lo que cuentas ¿quién habría resistido comerse
platos, placentas y todos los dóberman? Y más si se padecen impulsos bulímicos.
Que el pino del monte de Venus de la marquesa lo plantara desde la pila bautismal el cura Adams
parece que va de acorde con la corriente práctica de todos los tiempos, desde que el hombre despunta
como sapiens. Así, no resulta sorprendente que se nos muestra con esa lasciva sabiduria como la de los
avaros de la pecunia. Que no debe ser ajena la raíz de penuria y pecunia a la del esbelto pene del brujo de la tribu, de quién Devienen históricamente políticos y clerecía.
Claro que, en este caso, quién más responsable se nos presenta es la libidinosa marquesa que ofrece al
pensamiento debil y pusilánime las más sonrosadas frutas, como si fuera el perro o dóberman de Fausto.
¡Dulce Eva, qué eva-nescente nuestro apetito de los azúcares. Así vivimos de fronterizos con la glucemia.
Siempre necesitados de sortilegios de bruja, médicos y chamanes.

Me ha encantado la facilidad narrativa con que nos vas entregando cada secuencia de la venturosa cena y los pormenores que reflejas de cada escena, personajes, así como los fluidos diálogos.

Te animo a seguir con estos trabajos que podrían llegar a ser un día libro de historias o cuentos.
Me he quedado un poco
como sorprendido de la elección del tiempo y personajes, pues ello obliga a meterte en la indagación
histórica de hechos y costumbres hoy para nosotros un tanto lejanas. Aunque por lo que veo en las editoriales está como de actualidad.

Hilario.

Anónimo dijo...

Hola Cielo:

Me ha encantado. ¡Por fin puedo leer algo tuyo en prosa! Muy bien construido e intrigante hasta el final. A Alfred Hitchcock le hubiera encantado. De hecho, hay un relato similar de Roald Dahl que él dramatizó para su serie televisiva “Alfred Hitchcock presenta” con el título: “Lamb to the slaugther” (en español se tradujo como: “Cordero para la cena”). Decididamente, me gusta más el tuyo.



Un besazo.

J.A.R.

Anónimo dijo...

"Entre a tu página eres una excelente artista ¡felcidades! Me gusto mucho la historia de la falsa antropofagia"

Rubén García.

Anónimo dijo...

Querida amiga, me he paseado por tu blog y me ha encantado. Tienes un
blog lleno de ideas y buen gusto. Te he vinculado al mío
http//albayanaideas.blogspot.com en la sección de "Puertas a otros
mundos" (Literatura), y en Otros blogs, donde aparecerán las nuevas
entradas que hagas en el tuyo.
Con todo mi afecto.

José del Moral.

Cris Gª. Barreto dijo...

Queridos amigos:

Bien sabéis cuanto os quiero y admiro. En cuanto pueda os respondo de forma personalizada.

Recibid toda mi estima y profunda admiración.

Besos sentidos,
Cris.

Ricardo Miñana dijo...

Pasaba a saludarte y que estos días tan entrañables, tengas unas
¡felices fiestas!.
un abrazo.

Antonio dijo...

Bueno, yo vengo a decirte que en mi blog te dejo mis mejores deseos para ti y tus seres queridos. http://antoniopc.blogspot.com/2011/12/lo-que-yo-te-deseo.html

Un abrazo afectuoso

Abuela Ciber dijo...

Estas palabras mensajeras a traves de las distancias, deseo lleguen a ti y seres queridos , portadoras de cariño y energias de BienEstar:
Que tú corazón esté ligero y tus bolsillos pesados.
Que la Buena suerte te persiga.
Que cada día y cada noche tengas muros contra el viento, y un techo para la lluvia.
Que tengas alimento junto a la fogata y, risas para consolarte.
Que aquellos a quienes amas estén cerca de ti,

Y........todo lo que tú corazón desee!
.
FELIZ NOCHEBUENA..FELIZ NAVIDAD!!
.
Abuela Cyber

Cris Gª. Barreto dijo...

Queridos Todos:

Mil gracias a los que habéis comentado.

Mil gracias a los que me habéis felicitado.

Toda la salud, paz y ventura sea con vosotros.

Besos de todo corazón, Cris.

Javier Muñiz dijo...

Hola,preciosas y profundas letras van desnudando placidamente la pura y agreste belleza de este blog, si te va la palabra encadenada, la poesía, te espero en el mio,será un placer,es,
http://ligerodeequipaje1875.blogspot.com/
gracias, buen día, besos en verso..

Antonio Sosa dijo...

Cris: Gracias por compartirnos tu talento. El relato nos lleva a estar en el juego que gana la Marquesa. No sé si disfruté más la creatividad, el desenlace inesperado o la deliciosa cena (me queda claro que a la Marquesa le encanta la carne y odia el pan). Felicidades. Antonio Sosa

Luadosul dijo...

Muy bueno!!! Te invita a leerlo todo y resulta muy interesante!
Cariños desde Uruguay

Juan Pardo dijo...

Un hechizante blog de cautivantes imágenes y conmovedores textos.T sigo.T invito a seguir mi blog.Saludos poéticos.