viernes, 18 de enero de 2008

Viuda Elegiaca

Dicen que no debe mostrar algaraza.
Dicen que se pierde por calles holgadas.
¡Y lo que no le dicen!...
Calumnias pavorosas, armadas por vehementes lanzas
que se clavan en la diana de su más solemne decoro.
Hablan de sus ropas, del corto de sus faldas.
Critican a su escote que entreabre legítimas montañas.
Le vituperan los cabellos, sueltos y largos,
por parecer enredarse entre las sábanas de algún santo.
¡Y como habla!
Dicen que su boca se entrenó en lirismos placenteros,
por hechizar a pobres caballeros.
Cuando regresa a casa macilenta y cansada;
sus hijos le suplican:
¡Madre! No flojees ni te desluzcas.
Eres el sol que enturbia al bramido de los achares del gentío.
No descuelgues los telares de pena.
Esos que tan mal te sientan.
Bombea el amor con coraje.
Ya rebotará la falacia al rastrojo de las voces malintencionadas.
Mira que diáfana está la mañana,
respira el oxigeno que aviva a tu alma.
Y no olvides los recuerdos lejanos,
cuando padre te breaba, mientras tú nos acunabas.
Queremos verte mujer acariciada,
que un amor te frote las estrías de tus ramas,
y te suba al monte con tu falda recortada…
Déjales que se les opriman las sienes a los que tanto de ti largan,
perecida rayana que se pierde en el orbe de su propia ignorancia.

Madrid, 18 de enero de 2008
Cristina Garcia Barreto.

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