jueves, 1 de marzo de 2012

Ayudar a Raúl


En la mañana del doce de diciembre de dos mil once, Raúl despertó, no sin creer que seguía dormido. Debía emprender un viaje. Los preparatorios precisos ya estaban dispuestos. Como en tantas ocasiones, le pudo el entusiasmo de la idea de no sentirse lúcido, prefería verse reflejado en el cuerpo de cualquier famoso adinerado. Llevaba muchos años viviendo en su propio escenario, completamente alejado del mundo real. Rehusaba adquirir cualquier noticiero que le colocase en el panorama actual, no se sentía de este mundo. Por ello, sus lecturas predilectas eran los cómics y los diarios deportivos. Pronto fue consciente de que no se trataba de un sueño, alguien llamó a su puerta para trasladarle hacia el aeropuerto. Había adquirido un billete free con una compañía aérea de vuelos charter. Se encontró con la irritable situación del overbooking, lo cual le impidió coger ese vuelo. Era más que notorio que no soñaba, estaba realmente despierto y muy airado.

Llamó a su hermano Ismael a fin de contarle lo acontecido y evitar que éste se trasladase a recogerle al aeropuerto Charles de Gaulle. Ismael ya le esperaba en la Terminal de Llegadas Internacionales, prefirió no decirle nada a fin de calmarle. De madrugada Raúl llama nuevamente a su hermano para notificarle que su próximo vuelo sería para el día catorce a las seis de la mañana; esta vez arribaría en Beauvais Tillé. Ismael se limitó a pedirle el localizador de vuelo y desearle buen viaje. Esto realmente era un trastorno para sus planes pues debía desplazarse más de cincuenta y ocho kilómetros, pedir permiso en el trabajo, buscar a alguien que se responsabilizase de sus hijos − vivía solo con ellos, eran pequeños − y más etcéteras.

Llegado el día allí estaba dispuesto a ofrecerle a su hermano una realidad de concesiones y salvarle del desastre. El vuelo se demoró tres horas y media. Ismael ya no sabía si iba a poder compartir una ilusión o su vida sería una pesadilla. Llamémosle señal premonitoria, solo eso, pues en su mente reinaba el compromiso de su palabra y el inmenso deseo de procurar lo mejor para Raúl.

El desembarque y recogida de equipaje, se demoró otros tres cuartos de hora. Al fin apareció Raúl algo absorto, confundido con la multitud. En principio Ismael no le reconoció. La cara de su hermano parecía sembrada de hogueras y su sonrisa oculta tras las cenizas de éstas. Sintió que se encontraba ante la impronta de Jack Nicholson en el nido del cuco. Esto fue como sujetarse al golpe de las heridas de Raúl y tener la responsabilidad de que el resto de sus años debían circular sin aristas ni líneas divisorias que le distanciasen de la realidad. Descubrirle nuevamente en el más aterido invierno y evitar que no viviese la póstuma estación del llanto donde bien sabía podría ahogarse.

El encuentro entre ambos pareció negado por los errantes de las palabras como cómplice de una maquinaria imaginativa amputada de futuro.

Pero Ismael siguió luchando contra el viento que cerró la puerta de la vida a su hermano, cumpliendo con su promesa de mantenerle en un cristal transparente para confiscar la función inútil de su existencia que se reflejó en un espejo donde anidaba la ansiedad y la sombra de su ser.

Salieron del parking dirección a la Rue de Rivolí, lugar donde residía Ismael. Raúl, permanecía sentado en el coche. El asiento parecía vacío como un sótano fatigado a falta de respiración. Pronto alegó: − ¡No soporto este angustioso exilio! ¡Aquí no hay quien viva! −. Ismael le dijo: − he comprado racimos verdes para que les veas madurar −.

Al llegar al que sería el nuevo hogar de Raúl, éste empezó a comportarse mejor. Su hermano le había preparado una habitación con baño para uso individual, además de varias comidas realmente exquisitas.

Raúl no cesó en comer − lo cual le hizo muy feliz a Ismael −, aún no terminaba un plato le solicitaba otro. Se ganó a pulso el bienestar de su hermano, al menos, eso creía.

Las noches eran largas, los ronquidos de Raúl le impedían conciliar el sueño a Ismael. Raúl se levantaba de madrugada, ingería todo lo que tenía a su alcance, sin recato ni precaución alguna de respetar el descanso de su hermano y de sus sobrinos.

Ismael tuvo que llevar a los niños con su madre, le manifestó que era preciso, añadió que ella no debía cocinar comida alguna que él les recogería temprano para llevarles al colegio y llegaría a tiempo de ofrecerles el almuerzo. Ella trabajaba en un burdel. Él jamás quiso cuestionarse si sus hijos eran realmente suyos. Les quería y eso bastaba más allá de la presunción de la infidelidad.

Transcurrieron casi dos meses e Ismael cayó enfermo. Su hermano le absorbió la vida de tal modo que recurrió a la baja laboral. Tan solo el hecho de llevar a sus hijos al trabajo de su madre, no dormir, flaquear hasta reventarle el cuerpo…Gestionar la medicación de Raúl más tantas exigencias…Le llevó a que le doliese ese amor ya intransitable hacia su hermano. Pese a ello, le ofreció ocupar una casa que tenía en Bergerac, estaba próxima a la morada del famoso Cyrano. Lo cierto es que esa localidad francesa era muy placentera, con preciosas calles peatonales, restaurantes curiosos y pletóricas flores que ornamentaban todos sus espacios. Pero lo más significativo es que era un lugar tranquilo.

Raúl aceptó encantado, no obstante, puso un obstáculo: requería un vehículo para desplazarse. A Ismael ya le pesaba sobrevivir para dar fuerzas a Raúl. Su situación económica no era nada boyante, todo lo que pudo obtener a base de pasar apuros económicos se lo ofreció a Raúl. No le quedó otra que acceder a financiarle un coche. Para ello tuvo que vaciar sus libretas de ahorro y las de sus hijos. Pero él necesitaba recuperarles aunque debía pasar por seguir viendo a su hermano con nobleza pese a sentirse embaucado.

Tras comprar el coche, Raúl salió prácticamente −volando− hacia Bergerac, tal vez, para romper las llaves de otra casa.

Ismael empezó a retomar la unión con sus hijos. Pero su hermano no cesaba en pedirle dinero a diario, algo inexplicable pues recibía una paga y jamás tuvo que adquirir alimentos ni ropa ni desembolsar una sola letra del automóvil... Todo se lo seguía proporcionando Ismael. Las idas y venidas de Raúl bloqueaban los buenos sentimientos de Ismael. Él ya no podía programar su vida ni tan siquiera para el día siguiente. Obviamente se percató de que había algún subterfugio que amordazaba de forma nociva la economía y salud de Raúl y, en consecuencia, la suya.

La primera vez que Ismael no pudo dejarle más dinero − Raúl le debía miles de euros − se encontró ante la mayor oscuridad, insultos como cantos vertidos desde la cima de una montaña le tapiaron hasta los poros del alma.

Llegado este punto, le pidió a su hermano mantener una conversación muy seria. Éste le replicó con mayor vileza. A Ismael solo le quedaba obsequiarle con un billete de vuelta a España.

Tras esa búsqueda inquietante que la realidad dilata más allá de lo sostenible como cómplice inocente de la felicidad, solo presunta e imaginada que luego se muestra insensible y quebranta toda norma, Ismael quedó envuelto en el inhóspito paisaje de un corazón quebrado por ser vulnerable ante las quimeras de su hermano.

Raúl perjuró que estaba curado, la cocaína, además de destrozarle también derrumbó a cuantos le rodeaban con el fin de ayudarle.

Ismael perdió el trabajo, puso en venta su casa de Bergerac y su piso en París. Posteriormente, sus otros dos hermanos le llamaron para reprocharle que fuera tan crédulo.


La última noticia que recibió de España fue que su padre donó en vida todos sus bienes a Raúl, aludiendo que éste estaba enfermo y que Ismael más que sus otros hermanos le dejaron en bancarrota por aprovecharse de él.

Raúl siempre fue increíblemente convincente. ¿Hasta qué punto fue él o esa argucia que se desarrolla cuando se adquiere este tipo de dependencia?

Lo cierto es que por intentar salvar una vida Ismael perdió la mayor parte de la suya. Ahora completamente arruinado vaga por las calles ya sin importarle las turbias mentiras de los “vencedores” y aún menos la sonrisa del sol o de la luna.



Madrid, 1 de marzo de 2012
cristina garcia barreto

12 comentarios:

Cris Gª. Barreto dijo...

Queridos amigos:

Pese a lo que dijese William Penn. Cito: "Tienen derecho a censurar los que tienen corazón para ayudar". Ismael solo se censuró a sí mismo.

Besos de corazón a todos.
Cris.

Antonio dijo...

Querida amiga, cambio el derecho a censurar por el de opinar y disentir.
El texto muy interesante y, además, engancha.
Besos

LA ZARZAMORA dijo...

:)
Muchas gracias Cris por brindarme el relato.

Pude pasearme desde Charles de Gaulle hasta la rue de Rivoli desde tu mano.

Siempre habrá gente como Raúl para utilzar a través de artimañas y engaños a quien se ponga por delante.
Como bien dices, Ismael, no lo perdió todo. Ganó la dignidad de ser un sólo un ser humano.

Besos.

Anónimo dijo...

Querida Cris:

El relato me parece un poco sobrecogedor, porque revela muy bien, como algunos hacen de la manipulación y el engaño un negocio rentable. Y en esa actitud parasitaria en la que al mismo tiempo se sienten víctimas y consiguen que otros los vean así, se encuentran cómodos, haciendo de ella su forma de vida. Siempre encuentran víctimas propiciatorias.

Me ha gustado mucho tu relato. Das vida en los personajes a una serie de carácterísticas que de una u otra manera existen, y reflejas con ello, un buen conocimiento de la naturaleza humana, y de sus luces y sombras.

Recibe toda mi admiración y cariño, con un fuerte abrazo,

Mª Jesús

Alejandro Pérez García dijo...

Querida Cris:

Tu relato es una pieza literaria que combina cualidades de gran valor. Desde un retal de la vida cotidiana, desgarradora, dolorosa, has compuesto una ficción llena de arte, cuajada de metáforas pintadas de estética, fruto sin duda de tus encomiables dotes poéticas. Avalo mis palabras con estas frases memorables: “El encuentro entre ambos pareció negado por los errantes de las palabras como cómplice de una maquinaria imaginativa amputada de futuro” o “El asiento parecía vacío como un sótano fatigado a falta de respiración”.

Con todo eso, unido a unos escenarios siempre visibles, a la psicología de los personajes caracterizados con precisión y economía de palabras, a los sentimientos con que consigues emocionar al lector, y con una técnica narrativa bien dispuesta, has conseguido que subyazca la condición humana, construida con miserias y grandezas, con egoísmo y generosidad. Así lo muestras, Cristina, con todo el acierto que permiten los recursos literarios, aprovechando todos los atributos sensitivos de lo concreto y huyendo de lo abstracto. ¡Estupendo!

Enhorabuena. Un abrazo.

Alex

Masunodos dijo...

Este relato se merece un millón de aplausos, que ahora mismo le daré.

Saludos, encantado y emocionado de leerte.

Cris Gª. Barreto dijo...

Mi querido Antonio:

Tú siempre tan afable. Te agradezco muy de veras tus palabras.
Recibe mi estima y admiración.

Besos a compartir...ya sabes.

Tu amiga, Cris.

Cris Gª. Barreto dijo...

Querida Eva (La Zarzamora):

Así es, Ismael perdió todos sus bienes para ayudar a quien no se deja ayudar. La cocaína mata, no solo a quien la consume, tambén a todos quienes les rodean.
Ismael tendrá que remontar y aprender que no puede perder su vida a cambio de intentar salvar otra, máxime en circunstancias donde, tal vez, la mejor ayuda habría sido no ayudar.

Soy yo quien te agradece estimada amiga.

Mil gracias por dejarme tus palabras y besos de corazón. Cris.

Cris Gª. Barreto dijo...

Mi estimada María Jesús:

Tal vez el relato te haya parecico tan real porque lo es.
Siempre aportas un análisis de contenido a mis escritos de forma excepcional. No tengo palabras para agradecértelo.

Ismael intenta recuperarse...

Toda mi admiración para ti y mi mayor estima querida amiga.

Besos,

Cris.

Cris Gª. Barreto dijo...

Mi querido Alex:

Si pudiese plagiar lo haría, porque el comentario tan encomiable que me has escrito considero que eres tú quien lo merece.

No puedo más que brindarte mi agradecimiento y recoger tus palabras como una sobredosis de inputs que alimentan mis fuerzas para seguir escribiendo.

Gracias maestro de todo corazón.
Te envío toda mi estima que es mucha.

Cariños sinceros, Cris.

Cris Gª. Barreto dijo...

Mi querido Manu:

Qué sol eres, yo también te brindo un millón de aplausos que bien los mereces.

Gracias profundas de tu amiga, Cris.

Cris Gª. Barreto dijo...

Mis queridos amigos:

Ahora Ismael está convaleciente, dadle tiempo para que os visite y os devuelva la gran atención que habéis tenido con él.

Besos de todo corazón.
Cris.