Hace poco, una gran amiga atravesaba un momento realmente duro. Me dijo que nadie le comprendía. Que no era posible. En principio me limité a escucarle, cosa de amiga, posteriormente, le dediqué un poema. Lo declamé con música de fondo y se lo envíe. Ésta se quedó pensativa. Me preguntó: ¿cómo es posible que puedas expresar lo que realmente siento con lo que te he comentado? Le respondí: porque todos tenemos malos días. Si prestamos atención a un ser humano, y si se es humano..., no es difícil empatizar. Solo es cuestión de Humanidad.
El poema se titula: Algunos días.
Algunos días....
No es premonición recoger mala siembra.
Sé que intenté procrear frutos de amor.
Di la bienvenida a tu paisaje,
recogí tu acercamiento en pro de ventura.
Camino sobre asfalto húmedo
suelo que creció de los átomos de mis lágrimas;
oscuras y afinadas por el coro de tragos carbonizados.
Pesadas en mi día,
agitadas, sal picantes
hasta alcanzar la altura de un cielo.
Esa fusión de sentimientos
donde la luz se aplasta y derrite.
Toda mi visión en negro.
Mis ojos cerrados o abiertos
en cualquier caso,
de vista perdieron mi propia vida.
Los amigos no están.
La vida repite menús de agonía,
al menos esa vida que dice pertenecerme.
Mis fuerzas a la par de mi horizonte
cercano por su lejanía,
recogen vómitos de dureza.
Dulces labios pintados de carmín agrietado.
Besos de hiel y miel hacen estrías
en las llagas de un recuerdo
presente y ausente.
No existe el tiempo,
no están los amigos.
Solo una puta vida
que día a día recojo
y me vomita.
Cerraré el último bar más cutre
de este mundo.
Me partiré con la penúltima risa
y moriré borracha y perdida.
Esa es aquella,
mi vida.
Ps.: Su vida; mi vida; la vida de muchos, tal vez, en un momento dado.
(Reservados derechos de autor)
Algunos días....
No es premonición recoger mala siembra.
Sé que intenté procrear frutos de amor.
Di la bienvenida a tu paisaje,
recogí tu acercamiento en pro de ventura.
Camino sobre asfalto húmedo
suelo que creció de los átomos de mis lágrimas;
oscuras y afinadas por el coro de tragos carbonizados.
Pesadas en mi día,
agitadas, sal picantes
hasta alcanzar la altura de un cielo.
Esa fusión de sentimientos
donde la luz se aplasta y derrite.
Toda mi visión en negro.
Mis ojos cerrados o abiertos
en cualquier caso,
de vista perdieron mi propia vida.
Los amigos no están.
La vida repite menús de agonía,
al menos esa vida que dice pertenecerme.
Mis fuerzas a la par de mi horizonte
cercano por su lejanía,
recogen vómitos de dureza.
Dulces labios pintados de carmín agrietado.
Besos de hiel y miel hacen estrías
en las llagas de un recuerdo
presente y ausente.
No existe el tiempo,
no están los amigos.
Solo una puta vida
que día a día recojo
y me vomita.
Cerraré el último bar más cutre
de este mundo.
Me partiré con la penúltima risa
y moriré borracha y perdida.
Esa es aquella,
mi vida.
Ps.: Su vida; mi vida; la vida de muchos, tal vez, en un momento dado.
(Reservados derechos de autor)
1 comentario:
Así de sencillo y difícil a la vez, porque requiere un esfuerzo emocional doble, abstraernos o dejar en un plano secundario lo nuestro y sentir como propio lo ajeno.
Gran poema Cristina (empatizante y real, como la vida)
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